AMOR A LA VERDAD Y AL SANTO MAGISTERIO

[ 27 ] Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la Verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la verdad sobre sí mismo. Jesús, que es la Verdad, suscita en nosotras el amor a ella. Siendo así, impulsamos en nuestras religiosas el afán por la búsqueda de una buena formación y la adhesión a las verdades que a través de ella se trasmiten. Estimulamos la virtud de la estudiosidad en cada etapa de la vida consagrada, porque nadie ama lo que no conoce y es esencial emprender el camino de una sana formación para mejor conocer y amar a Dios, porque en ello consiste la vida Eterna: Conocer al Padre y a aquél que Él ha enviado (cfr. Jn 17,3).

[ 28 ] Al momento de formarnos, no estudiamos nada que no sea la verdad, porque «la sed de la verdad está tan radicada en el corazón del hombre, que tener que prescindir de ella comprometería la existencia». Por permanecer fieles a la verdad nos mantenemos siempre unidas a las Sagradas Escrituras, a la Sagrada Tradición y al Santo Magisterio de la Iglesia que enseña en su recta doctrina las verdades que fundamentan nuestra vida, nuestra misión, nuestra formación y todo lo que hace parte de la Congregación, porque «el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado solo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo […] y además, este Magisterio le sirve a la Palabra de Dios porque no está por encima de ella, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer».

[ 29 ] No vamos tras corrientes teológicas modernas que bajo título de actualizar lo escrito por los santos sucesores de los apóstoles, introducen ideologías contrarias y ambiguas a lo ya establecido por la Iglesia. Recordamos las palabras de Cristo a sus apóstoles: «El que a vosotros me escucha a mí me escucha» (Lc 10,16) y por ello, recibimos con docilidad las enseñanzas y directrices dadas por el Santo Magisterio que habla en nombre de Jesucristo.

[ 30 ] La fuente, entonces, de la cual extraemos todo para nuestra formación son estos tres pilares de la Iglesia —las Sagradas Escrituras, la Sagrada Tradición y los documentos del Magisterio— porque resulta evidente que, «según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» y a esa unidad que, de manera indispensable, debemos conservar con nuestra Madre, la Iglesia; sin ella resultaría imposible mantenernos fieles a nuestra vocación y dentro del fin de la Congregación.

[ 31 ] Este mismo amor a la verdad nos hace beber de las fuentes fidedignas que son los grandes santos de la Iglesia, luminarias del recto conocimiento para nuestra formación. Seguimos, fundamentalmente, los lineamientos del amplio magisterio de san Juan Pablo II y santo Tomás de Aquino.
«Teniendo principalmente —a este último— como maestro», nos formamos bajo sus enseñanzas, pues de tal manera llega a iluminar a la Iglesia —más que las enseñanzas de todos los otros doctores— que ella misma la hace «su propia doctrina». «En sus libros aprovecha más el hombre en un solo año, que en el estudio de los demás durante toda la vida», pues «por la suma veneración con que honró a los doctores sagrados, recibió en cierto modo el entendimiento de todos ellos». Dios ha querido utilizar la doctrina del Doctor Angélico para que, por la verdad contenida en ella, «todas las herejías y los errores que se siguieran, confundidos y convictos se disiparan».

[ 32 ] «La verdad os hará libres» (Jn 8,32) dijo el Señor, y nuestra libertad empieza con la humilde obediencia a aquella a quien Dios confió el depósito sagrado de la fe, nuestra Santa Madre Iglesia. Debemos permanecer siempre unidas a Ella.