Quiénes Somos

Nuestro Nombre

El nombre que llevamos —Hijas de la Sagrada Familia— expresa el espíritu de unidad y caridad con el que estamos llamadas a configurarnos en el seno de la Iglesia, por medio de nuestra consagración religiosa.

El espíritu de unidad marca, por sí mismo, la identidad cristiana. El ser cristiano hace que todos los bautizados seamos miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, que nos une en una sola fe, un solo bautismo y una sola esperanza1. Es menester para nosotras conservar este espíritu de unidad con toda la Iglesia, sea en el aspecto espiritual —alimentando siempre la filialidad y obediencia al Santo Padre y al Magisterio, reconociendo en ellos la voz de Cristo que pastorea a su rebaño por medio de sus ministros, y contribuyendo a su ministerio con nuestra vida de oración continua y consagración total a la Santa Iglesia— o sea en el llamamiento obrado por Dios a encarnar esta unidad como aspecto fundamental de nuestra vida fraterna.

Estilo de vida

Buscamos con toda nuestra conducta ser una copia de Cristo en cuanto a su señorío, asumiendo y cumpliendo la voluntad de su Padre hasta el Calvario y, consecuentemente, en el triunfo de su gloria.

Somos religiosas consagradas al Padre como su Hijo Jesucristo. Hacemos profesión de votos públicos y compartimos una vida comunitaria. Los miembros de nuestra Comunidad viven como misioneras activas, llevando a cabo diversos apostolados en la evangelización directa de las almas, y como misioneras de vida contemplativa, en un apartamiento más estricto del mundo a través de la clausura. Ambas ramas se dedican a la adoración perpetua del Santísimo Sacramento del altar. Las dos formas de vida acogen a los fieles —laicos que aspiran incorporarse a nuestra espiritualidad y carisma— para ayudarlos, con especial diligencia, en la formación y en el apostolado, dentro del genuino espíritu de nuestra familia.

«Ese amor y unidad que Jesús demandaba entre sus apóstoles —así como Él nos ha amado—, es el mismo espíritu de amor y unidad que nos invita a personificar en nuestra Congregación para dar testimonio del nombre que llevamos».

Nuestra espiritualidad

Consiste en vivir una verdadera vida de unión con María Santísima para «seguir el camino que siguió el Señor al venir al mundo, que sigue usando y que usará». Buscamos la semejanza con Jesús, haciéndonos esclavas de amor por su Madre porque «esclava de María es cualquier alma fiel, incluso la Iglesia universal». Con Él fuimos engendrados en las entrañas virginales de María, con Él entramos en su anonadamiento de siervo, con Él nos hacemos libres para depender de Ella, con Él no queremos nada sin Ella, pues en Ella lo encontramos siempre a Él.

La espiritualidad de consagrarnos a Jesús por medio de la Virgen nos exige vivir como leales apóstoles del Señor en el cumplimiento de sus Bienaventuranzas, de sus preceptos y consejos, de su doctrina y de todas sus palabras, como Ella misma lo pide: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). De esto se sigue que el fundamento de nuestra espiritualidad es Cristo mismo, su vida, sus obras y su Voluntad.

Nuestra carisma

Cada sagrario es un Calvario donde está Cristo crucificado, entregándonos continuamente a la Virgen. En su Presencia resuenan sin cesar las palabras: «He ahí a tu Madre», para concedernos con Ella toda gracia y prodigarnos todo su amor. Queriendo ver este amor acogido por todos, vivimos y difundimos la adoración eucarística, rogando que llegue a toda alma el don de la conversión y santificación, a través de la expansión del carisma.

Sin la adoración perpetua no es posible vivir el carisma en su esencialidad. En principio, porque la vida del alma consiste en la unión con Dios, el mismo que se hace presente y que adoramos en este admirable Sacramento. Pero, además, también es cierto que Sacramento se da el más íntimo encuentro con la Madre, como en una escuela de María, donde nos revela sus más profundos sentimientos para imitarlos, nos enseña a empapar nuestra vida con su virtud, a unirnos con su corazón Inmaculado. Adorando así, aprendemos a vivir con Ella y en Ella porque de otra forma no es posible darla a los demás. ¡He aquí el Carisma! Y solo puede ser recibido de la adoración eucarística, fuente y alimento del mismo. Adorar al Santísimo Sacramento es «el acto más excelente, pues comparte la vida de María en la tierra, cuando le adoraba en su seno virginal, en el pesebre, en la Cruz o en la divina Eucaristía».

«Al vivir de este modo su carisma, una Hija de la Sagrada Familia logra enseñar a todo cristiano que, imitando a la Madre de Dios se puede ser un verdadero discípulo de Jesucristo».

Nuestra fundadora

La Madre María Jesús Morales, HSF es religiosa desde el año 2010. Desde el comienzo de su vida consagrada se avocó a una vida de contemplación y silencio, con la convicción de que debía vivir para Acompañar a Jesús en la adoración perpetua del Santísimo Sacramento del altar y trabajar ardientemente para que nuestra Madre Santísima fuera más conocida y amada.

Fundó la Congregación Hijas de la Sagrada Familia en el año 2011, primero comenzó con la rama contemplativa y posterior a ella fundó la rama activa misionera y la tercera orden de laicos.

Ambas ramas tienen como carisma y fin específico la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento del altar y el promulgar la consagración a Jesús por María según el método de San Luis María Grignion de Montfort.

 

«Nuestro carisma posee un carácter misionero que tiene como ideal llevar a Cristo a todos los confines de la tierra, especialmente a aquellos lugares donde la Iglesia más nos necesite».