Familia Religiosa Hijas de la Sagrada Familia

TERCERA ORDEN SECULAR

[525] Somos conscientes de la riqueza espiritual que alcanza para la Iglesia el trabajo colectivo entre laicos y consagrados cuando, mutuamente, se unifican fuerzas para conseguir el mismo fin de llevar el Evangelio de Jesucristo a todas partes para la extensión de su Reino. Por ello, nuestra Congregación da apertura a la participación de los fieles que quieran hacer parte de nuestra Familia Religiosa para entregarse a la labor evangelizadora de la sociedad, desde el estilo de vida que desempeñan.

[526] «Los diversos miembros de la Iglesia pueden y deben aunar esfuerzos, en actitud de colaboración e intercambio de dones, con el fin de participar más eficazmente en la misión eclesial […]. En el caso de los Institutos monásticos y contemplativos, las relaciones con los laicos se caracterizan principalmente por una vinculación espiritual, mientras que, en aquellos Institutos comprometidos en la dimensión apostólica, se traducen en formas de cooperación pastoral. Los miembros de los Institutos seculares, laicos o clérigos, por su parte, entran en contacto con los otros fieles en las formas ordinarias de la vida cotidiana […]. No pocos Institutos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos. Estos son invitados por tanto a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del Instituto mismo […]. Se puede decir que se ha comenzado un nuevo capítulo, rico de esperanzas, en la historia de las relaciones entre las personas consagradas y el laicado».

[527] Se trata de un trabajo desarrollado en conjunto entre miembros laicos y religiosos de la Congregación. Respecto a nuestra vida religiosa, al contar con las dos ramas —contemplativa y misionera activa—, ofrece a los laicos la oportunidad de integrarse en diversas labores apostólicas, aunque respetando siempre los límites establecidos por el estilo de vida de cada rama. Los laicos que conforman la Tercera Orden, al ser parte de nuestra Familia Religiosa, son regidos por la misma, motivo por el cual es necesario hacer descripción de ella en las presentes Constituciones.

[528] Dentro de la Tercera Orden se encuentran todos los laicos que, «viviendo en el mundo y participando del espíritu del Instituto religioso, se dedican al apostolado y buscan la perfección cristiana bajo la alta dirección del Instituto», es decir, laicos que aspiran vivir nuestra Espiritualidad y Carisma y, por ello, se comprometen a integrar la Familia religiosa de las Hijas de la Sagrada Familia por medio de vínculos que les permitan participar de distintas actividades como: la oración litúrgica y las obras propias de apostolado, recibir formación doctrinal y evangélica brindada por la Congregación, así como un acompañamiento espiritual que les ayude a llevar con santidad el estado de vida que han elegido para sí.

"Los miembros de la Tercera Orden deben caracterizarse por vivir: Un amor ardiente a Jesús y a su santísima Madre, a quienes se han consagrado".

[530] Los miembros de la Tercera Orden recibirán la preparación para la consagración a Jesús por María según el método de san Luis María Grignion de Montfort y se dedicarán a propagarla por todas partes bajo este mismo método. Ellos, al estar inmersos en el mundo, pueden con más posibilidades incursionar en sectores donde las religiosas no alcanzan a llegar; por ello, deben estar lo suficientemente instruidos para ser luz en medio de las gentes y en su diario entorno, para que las tinieblas del error y del pecado no opaquen el llamado de conversión que han recibido. Por todas partes extenderán —con su entusiasmo, con su ardor misionero y con la espontaneidad que los caracteriza— el amor verdadero a la Santísima Virgen María, la devoción fervorosa y sincera al Santísimo Sacramento del altar y la Santa Misa, el respeto y la veneración a los sacerdotes, el deseo de santidad y la radicalidad de vivir el Evangelio desde la vocación laical.

[532] Es nuestro deber estimular, guiar y conducir a los laicos a que, de manera especial, tengan un ardiente celo por los sacerdotes y por el buen desarrollo de sus parroquias; de forma que sientan la imperiosa obligación de asistir, apoyar y servir en todo lo posible a los párrocos; dar testimonio a los demás fieles de la unión que deben tener con sus pastores, de la entrega y el compromiso cristiano que deben asumir en sus mismas parroquias. Los laicos han de amar a los sacerdotes haciendo suyas sus preocupaciones, sus proyectos e, incluso, han de verlos como a propios y verdaderos padres por quienes han de darlo todo. Por ello, les enseñamos a no ser indiferentes ante ninguna situación de necesidad referente a ellos, porque «la expresión utilizada por el santo Cura de Ars “El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús” evoca también la herida abierta en el Corazón de Cristo y la corona de espinas que lo circunda. Y así, pienso en las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los mismos destinatarios de su ministerio: ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?».

"Enseñamos a nuestros terciarios a tomar como modelo de vida a la Sagrada Familia de Nazaret, para que en la imitación de sus virtudes descubran el camino de santidad que Dios ha planeado para cada uno".